Una estética cinematográfica, muy cercana a la novela gráfica, servirá para poner en pie esta singular propuesta escénica, tan hilacoinquietante y llena de intriga. Un montaje sobre la capacidad de sufrimiento del ser humano, que el propio director introduce como: “dos actores, un texto. La luz se enciende. La vida fluye. Riamos a carcajadas, sorprendámonos, angustiémonos, reflexionemos juntos. Eso es Idiota". Después de montar Sótano, de Benet i Jornet, mi primera experiencia como director, me puse a buscar textos para volver a dirigir. El proceso de búsqueda es para mí uno de los momentos fundamentales de la creación. Como actor, siempre he intentado, en la medida de mis posibilidades, hacer aquello en lo que creía, textos que provocaran en mí una zozobra, que me hicieran preguntas, que supusieran un reto. El teatro es una forma de ganarme la vida, por supuesto, pero es sobre todo una forma de ver la vida. Si como actor es un pilar fundamental esa identificación, como director es absolutamente vertebral. No podría dirigir nada que no me provoque la sensación de desafío”.