Iván y los perros, ocurrió. Fue una historia real, la historia de Iván Mishukov que con tan solo cuatro años tuvo que escapar de un padrastro que lo maltrataba y de su madre alcohólica que era incapaz de defenderle, y se echó a la dura calle del primer Moscú post-soviético donde la historia de Iván no era la excepción: cientos de niños se guarnecían del frío en las estaciones de metro junto a sus perros callejeros. Iván ve en lo profundo de los ojos de cada perro algo tan grande que sólo puede nombrar a través de la metáfora: como si en los ojos de cada perro estuvieran todos los perros del mundo, conformando una camada global unida en salvaje hermanamiento. Iván encuentra en sus perros el amor que el mundo le niega, por eso el texto es un alegato a encontrar lo humano en otro sitio cuando vemos que en el vecino, o en nosotros mismos, se ha evaporado. Un aullido necesario para estos tiempos.