Una sala en la cárcel. Tres personas: la mediadora, la víctima y el victimario. Sus ojos. Los ojos del otro. ¿Son más cosas las que nos unen a los demás o las que nos separan de ellos? A finales de 2010 sale una carta de la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava) en la que un grupo de disidentes de ETA muestran su disposición para entrevistarse con las familias de sus víctimas. La mirada del otro lleva a escena la historia de un encuentro. Desde su preparación hasta el momento en el que se produce. Aunque está basada en personajes y hechos reales y, obviamente, trasciende el conflicto en Euskadi, La mirada del otro no es una obra documental, ni política. La mirada del otro habla sobre la íntima lucha del individuo para superar lo insuperable: colocar los ojos frente a los ojos del otro para, a través de la palabra, poder cambiar de sitio al dolor. He tenido el inmenso placer de acercarme a esta historia y conocer de primera mano relatos de víctimas, disidentes e intermediarios. Mentiría si digo que envidio sus biografías pero no puedo negar que la altura de miras y la estatura moral con la que afrontan la vida, sí despiertan mi envidia (tanto en el caso de los arrepentidos como en el de los heridos y el de los intermediarios). He descubierto que más allá de la justicia (imposible de satisfacer en estos casos) hay seres humanos que, a través del perdón, han sido capaces de comprometerse con el futuro de la paz. Gente con motivos suficientes para pasar el resto de sus días odiando y habitando el rencor, deciden dar un paso adelante, salvar ese abismo y mirar hacia el mañana con optimismo, sin traicionar ninguna memoria; y aun diría, haciendo más importante, si cabe, a los muertos que quedaron en el camino. Inevitablemente uno se pregunta ”¿yo qué haría?". También he tenido acceso a declaraciones de gente que no ha querido enfrentarse a este trance. No veían en él una vía para aplacar su dolor. Desde aquí quiero mostrar el mayor de mis respetos hacia esta postura que, ¿quién sabe?, quizá hubiera sido la mía. Creo que cada cual tiene el legítimo derecho de hacer lo que considere necesario y oportuno. Los que no hemos pasado por esta experiencia, debemos ponernos al servicio de esa necesidad, sin cuestionar su conveniencia. Y esto incluye a las instituciones. Detrás de cada víctima hay una historia compleja a la que hay que atender de manera personal. Y, a título personal también, tengo que confesar que el único punto oscuro que he encontrado detrás de todo esto, es el uso político del dolor ajeno. Tanto por un lado como por el otro. Es en eso en lo único que no creo. https://www.youtube.com/watch?v=jLvJ93BR87Y
