Las hermanas Claire y Solange Lemercier son las criadas de una dama de la alta burguesía francesa. Todas las noches inician una ceremonia perversa, un ritual donde la realidad y la ficción se mezclan en un juego mortal de cambio de identidades. Claire es la señora y Solange es Claire. Solange es la señora y Claire es Solange. Son seres alienados, faltos de identidad. No hay hermana buena y hermana mala, las dos alternan los papeles constantemente, porque ninguna existe por sí sola, porque son las dos caras de un mismo personaje. La inquina y la rabia de ser conscientes de su destino de criadas las lleva a un desenlace fatal.
“Hablando de Las criadas, un crítico dijo que “no hablan así”. Bueno, sí lo hacen: pero sólo a mí, cuando estoy solo, a medianoche. Si alguien me dijera que los negros no hablan así, les contestaría que si pusieran su oído contra el corazón de uno de ellos, escucharían lo que escribí. Uno tiene que ser capaz de escuchar lo no dicho.”
“Estas criadas son unos monstruos, como nosotros mismos cuando soñamos.”