Todas las manifestaciones culturales sobre la Transición interesan. Y es normal. Las sociedades forman y educan a los individuos que luego crean los textos y los espectáculos que retratan a esas sociedades. Es cierto que hoy, en una cultura cada vez más global, los textos dramáticos sobre nuestro pasado reciente no llegan fácilmente a los escenarios. Este es un intento de demostrar que esto no tiene por qué ser así. Creemos que el binomio individuo y sociedad, persona y Estado, configura una de las ecuaciones fundamentales del ser humano, uno de sus grandes temas. De ahí el interés de un período en el que toda una sociedad cambia, transformándose política, individual y culturalmente. Para entender cómo somos ahora tenemos que entender cómo fuimos. Sabemos que entrar a valorar la Transición puede generar aún un encendido debate político. Sin embargo, creemos que el teatro que ha llegado a volar alto en el discurso de ideas, lo ha hecho siempre a través de la humanidad de sus personajes. Es a través de esa humanidad por donde se orienta nuestra búsqueda de la lógica, la razón o la justicia. Una sociedad para existir debe contarse a sí misma, y la Transición es un período trascendental de nuestra historia cuya revisión, desde la ficción escénica, puede ayudarnos a comprenderla y a comprendernos mejor...