Una historia de amor. Un amor no correspondido a lo que se entrega Lucía, una joven arquitecta que invirtió todas las energías en la construcción de un depurado jardín sin plantas. Al mismo tiempo, es una navaja certera (de cocina) dirigida al corazón de las verdades que solemos dar por adquiridas y de las apariencias que no osamos dejar de vestir cada vez que salimos de casa. Abel Neves agita las relaciones familiares y el micro-cosmos en el que se sostiene nuestra (in)felicidad y los comparan con el poder de las palabras simples, palabras que surgen casi sin enterarnos y que al menor descuido o delante de una circunstancia ocasionalmente más desprotegida, terminan convertidas en cuchillos letales. Palabras con las que prometemos el imposible y con las que defraudamos las expectativas. Palabras que, de pronto, ya no nos sirven para nada, por la simple razón de que ya no hay nadie que las quiera o pueda oír. Y que, por eso, nos condenan al silencio. Una historia de amor. El amor del autor por el humano y por las pequeñas cosas que aún no pueden diferenciar de la máquina. Como una manera de llamada para que no estropeemos esa extraordinaria capacidad que nos diferencia en cuanto ser sensibles y racionales: la de oírnos unos a los otros. Mariana, la abuela de Lucía, resolvió el enigma desde muy temprano. Con la sabiduría que proporciona la edad, aconseja al hijo: “Si escuchamos bien, respiramos mejor”. Pero en la casa, nadie la escucha.